SILVIA MOLINA
La familia que vino del norte, texto escrito con claridad y precisión, sencillez y firmeza, serenidad e ironía, continúa las figuras de la línea de ficción testimonial que Silvia Molina llevara a cabo en sus dos anteriores novelas. Digo que se trata de ficción testimonial porque la autora se apoya en algunos elementos verídicos históricamente para crear una realidad literaria verosímil siempre atractiva.
Desde la alegoría que hace referencia a la familia política, hasta la relación amorosa de la joven historiadora que escribe los aconteceres de sus familiares -centrándolos en la biografía de su abuelo, el general Teodoro Leyva, hombre de Hill y serranista-.
Silvia Molina logra combinar distintos niveles narrativos, espacios dramáticos y tiempos históricos, sin que utilice artificio ni complejidades inútiles; al contrario, la red de elementos literarios se va armando de manera cautelosa, aguda, fina, profunda, maliciosa, de tal forma que la novela se puede leer con fluidez en dos o tres secciones, sin que nos demos cuenta de la estructura rica en que nos vamos metiendo y que finalmente satisface nuestro espíritu.
Las dimensiones mesuradas del escrito, la investigación histórica que lo respalda, el trabajo artístico cuidadoso y la pasión con que fue redactado son bondades que se le agradecen a Silvia Molina, las cuales, además, la ponen evidentemente en un sitio preponderante de las letras mexicanas.