AGUINACO, PABLO
¿Qué edad tendrías? Te recuerdas tendido en el pasto una mañana de domingo mirando el límpido azul de un cielo sin nubes. El mundo flota como una balsa sobre un inmenso río. Cierras los ojos y sientes el sol sobre el rostro. Te sorprende darte cuenta de que con los ojos cerrados ves un color rojo muy intenso. Piensas que por efecto de la luz se te ha vuelto visible la fina trama de vasos sanguíneos que debe haber en tus párpados. Estás fascinado con tu hallazgo. Pero al cabo de un minuto no vez sólo un color, sino una gama. Giras los ojos y ves una franje de luz naranja. Ahora ves un azul y un morado. Es como una fiesta de fuegos artificiales. Tus párpados son la pantalla en que se despliega un espectáculo fantástico. Disfrutas tu hallazgo hasta que sientes que el rayo del sol se ha vuelto insoportable. Desde muy pequeños miramos cosas, y aprendemos poco a poco a distinguir sus volúmenes, sus formas, sus colores. Aprendemos que el colores un atributo de la cosa y aprendemos que, en muchos casos - la ropa, los muebles, los automóviles, - los mismos objetos ostentan una amplia variedad de colores.